Dentistas
Lista de discusión Gremial para Odontólogos


Mensaje

 

LA ESPADA EN LA PIEDRA

¡Héroe sin par! ¡Odontólogo! ¡Rey de ti mismo! ¡Arturo, rey de un glorioso
pasado y de un latente porvenir! ¿Cuándo desclavarás tu victoriosa espada?
Intenta extraerla de la piedra en la que espera y verás que puedes. ¡Oh,
Arturo, rey de la Mesa Redonda, díles a los caballeros de la Platina Redonda
que está en sus manos el poder de tu Excalibur para matar a los dragones que
los atemorizan y someten!
Marcando dragones. Ante todo, los propios: individualismo, egoísmo,
cobardía, hipocresía, traición, ambición, vanidad, envidia...
Reconsideremos. Todos éstos quizá no, pero algunos con seguridad están en
cada uno de nosotros. Incluida esta vanidad mía de creer que mis palabras
podrán modificar conductas profundas. No me ilusiono, pero no cejo en la
lucha por la recuperación de la dignidad de los maestros que tuvimos. Es
nuestro propio carácter la piedra que no permite liberar la espada con el
verdadero poder para conducir con nobleza a la salud bucal y al bienestar
profesional. Zafaduría inútil es negarlo.
El problema con los dragones propios, invisibles a nuestros ojos, es que no
nos permiten triunfar sobre los ajenos. Me salvé, dice el individualista que
entró en una cartilla, sin ver que el dragón del egoísmo desemboca en
esclavitud a manos de los mercaderes de la salud. Estamos estudiando la
"problemática", dicen los hipócritas, y protegen sus intereses con la
inacción. Y basta de ejemplos. San Jorge y el rey Arturo pueden enseñarnos a
blandir la espada,si la destrabamos de la piedra de nuestros pecados,
pecados irredimibles en tanto que no los confesemos ante nuestra propia
imagen.
Los dragones ajenos. Es más fácil ver el dragón en el ojo ajeno que la
lagartija en el propio. Son dragones obvios las imposiciones del FMI cada
vez que "otorgan beneficios" al país, y también los mercaderes de la salud
que se benefician con esas 'sugerencias", así como con la plasticidad de las
autoridades o con la pasividad de sus esclavos temerosos de elegir un
Espartaco que los redima. Son dragones evidentes las autoridades que cuidan
su propia quintita e ignoran a los votantes que les dieron el poder. ¡Basta
de descripciones de la "problemática"! ¡Más soluciones a los problemas!
¡Basta de llantos auténticos o lágrimas cocodrílicas y más de acción y de
hombría!
Basta de sentirnos abrumados con vergüenza ajena por los muchos médicos u
odontólogos que son dragones, mercaderes que explotan a sus colegas, que
burlan las normas laborales, que pactan "retornos" con los sindicalistas y
se ufanan de desatender a sus "capitados" (¿o de-capitados?).
Hay un diez por ciento de odontólogos afortunados, inmune a los dragones
ajenos, que atienden al diez por ciento de la población inmune a los
avatares económicos. ¡Benditos ellos! Sólo podría pedírseles algo de
introspección, por si hubiera algún dragón propio dando vueltas por sus
entretelas. Tras la honesta mirada interior, quizá surja la noción olvidada
de ayudar al necesitado, de tenderle una mano, de apoyar, al menos
económicamente, a las organizaciones, a las publicaciones especializadas y
al noventa por ciento de los colegas. Si una magnate nuestra pudo tenderle
un brazo ortopédico a una víctima de la guerra de Kosovo, bien pueden
nuestros magnates dentales (dentistas y dentalistas) tender una mano a los
menos afortunados.
En la piedra de nuestras debilidades está atrapada la espada liberadora. Es
elemental y tan fuerte como la resistencia pasiva de Mahatma Gandhi. Como
que no pueden existir prepagas ni clínicas tercerizantes sin odontólogos que
las sirvan. El problema no es del chancho, sino de quienes le dan de comer.
La espada vencedora es negarles nuestra ineludible mano de obra. Como
prestadores estamos en situación más cómoda que los médicos para imponer un
cese de colaboración, fácilmente suavizable con la atención de las
urgencias.
Pero...
Pero nuestros propios dragones no nos permiten esgrimir la espada.
Si...
Si no hubiera individualistas, cobardes, traidores, nadie ocuparía el puesto
que vacará un prestador con la espada de Gandhi. Si se reconociera
íntimamente lo que hipócritamente se critica en público a los demás, si cada
uno peleara codo con codo con los otros, sin traiciones, si unidos
hiciéramos resurgir la poderosa Excalibur, la de nuestra actividad
profesional insustituible, no podrían los dragones mercaderes burlarse de
nuestra facilidad y vocación para ocupar posiciones vacadas por colegas.
Héroes sin par, podríamos ser. Odontólogos imbatibles. Reyes de nosotros
mismos, como en los buenos tiempos para la salud bucal. Arturos de
efectivizado futuro. Cuando desclavemos la espada de la resistencia pasiva.
Intentemos y podremos. ¡Oh, futuros reyes, en nuestros corazones está
envainada la espada que exterminará a los dragones ajenos, si ahogamos los
propios!
Dr. Horacio Martínez